Sin duda alguna que todos hemos participado de los actos de graduación de nuestros hijos nietos o familiares. Que lindos se ven. ¿Cuántos aplausos y momentos de satisfacciones hemos experimentado al estar presentes en ese acto tan especial? Emociones encontradas de padres e hijos cuando vemos las expresiones de alegría con los discursos y reconocimientos del momento. Recuerdos nostálgicos de graduaciones pasadas o por logros alcanzados bien sean personales o de nuestros seres queridos
Me pregunto, ¿por qué no aprender a expresar a quienes nos rodean un elogio sincero y no esperar hasta el día de su graduación cumpleaños o reconocimientos para expresar nuestro sentir?
Después de dedicarnos a la tarea que nos corresponde como madre esposa o profesional, nos encanta recibir un elogio en cualquiera de nuestras facetas. Nos cambia el día escuchar que un hijo nos diga que nos ama, que reconozcan nuestro trabajo, o que nuestro marido nos diga que nos vemos lindas. Ese reconocimiento es agradable e importante, refuerza nuestra autoestima y nos hace sentir bien con nosotras mismas.
Si nosotras nos sentimos bien cuando recibimos un elogio de aprecio, ¿por qué no seguir sembrando elogios a favor de los demás? ¿Por qué no vemos mejor las cosas buenas de las personas para elogiarlas, y no ver sus errores, para reprocharlas? Aprendí de mi esposo que antes de llamarle la atención a un estudiante o persona alguna, debemos obsequiarle primero con una o dos felicitaciones o agradecimientos por las cosas lindas que ha hecho y luego decirle cómo nos sentimos cuando ha cometido un error. Mostrarle luego las alternativas para que decida por sí mismo como actuar para corregir su error.
Es interesante notar que el elogio sincero:
- Nos hace sentir bien física mental y espiritualmente.
- Aumenta nuestra estima propia y también la de los demás.
- Hacemos que las personas nos respondan con una agradable sonrisa.
- Se aumentan las endorfinas de nuestro cuerpo como también las endorfinas de los demás.
- Cambia el malestar de las personas por un satisfactorio bienestar.
- Acumulamos un buen número de puntos con nuestra esposa, nuestros hijos y porque no...con nuestros jefes.
- Seremos apreciados por los demás.
- Estaremos más felices al elogiar en el momento oportuno posiblemente cuando la persona necesita se le reconozca el esfuerzo realizado.
Seamos generosas con el elogio y el aprecio. El estímulo de ser apreciado, el recibir un elogio oportuno y sincero nos impulsará a las más nobles aspiraciones. El Señor elogió la labor de Juan cuando dijo: “Os digo que entre los nacidos de mujer, no hay mayor profeta que Juan el Bautista” (Lucas 7:28). Y a la mujer sirofenisa le dijo: “Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora” (Mateo 15:28).
El elogio debe salir del corazón. No es para quedar bien. Tampoco para destacarnos como personas especiales. Los demás lo reconocerán al notar si hay sinceridad en el elogio o simplemente es un motivo de adulación. Antes de hablar... pensemos como elogiar. Seamos observadores y detallistas. El mejor regalo...una palabra de aprecio con un merecido y sincero elogio.
Hay un concepto muy importante sobre la auto estima propia presentado en el en el libro “Head to Heart” de Gila Manolson. Tiene que ver con la definición de la autoestima que muchas veces confundimos. Si bien es gratificante que nos elogien o alaben nuestro trabajo, la auto-estima es la auto-imagen, es decir, se basa en lo que nosotras pensamos de nosotras mismas. No es un concepto que se construye desde afuera hacia adentro sino algo que viene desde nuestro interior. Sin importar el hecho de que me alaben o no, si yo sé que estoy tratando de hacer mi mejor esfuerzo para trabajar cierto aspecto de mi carácter, aún si nadie lo ve, debería sentirme bien conmigo misma.-
Y si yo me siento bien conmigo misma también, debo esforzarme porque los demás se sientan bien cuando presentamos un elogio gratificante.
Que bien nos sentimos cuando nos dicen:”Ese vestido te sienta bien” “Que elegancia la de Francia”. “Que bien te ves con ese nuevo look”, “Luciste...de maravilla” “Tan linda la hija como la madre y tan inteligente como el padre” “Me encanta tu puntualidad”.
Cuando les decimos a nuestros amados: “Ese trabajo te quedo brutal” “Estamos orgullosos de ti” “Que bien te quedó ese discurso de graduación” “Parecías un general con tantas medallas” “Te felicito, sacaste la nota más alta de la clase” “Si no eres el mejor... estás dentro del grupo de los mejores” “Eres el orgullo del apellido”.
Debemos esforzarnos por desempeñar nuestro rol de mujer exitosamente, por honrar a nuestros padres como corresponde, por educar con firmeza y al mismo tiempo con cariño a nuestros hijos, por estar lindas y sonrientes para nuestros maridos sin importar cuán difícil haya sido el día, por estar presentes y disponibles para nuestras amigas, para servir de apoyo y brindar un elogio oportuno o un buen consejo cuando se necesite y finalmente por desempeñarnos de una forma ética y responsable en nuestro trabajo. Sin duda, no es fácil. Pero se puede. Claro que podemos...elogiar a las personas...ellas lo necesitan. Y nosotras también.
Dra. Miriam Hernández. Ed.